domingo, 28 de septiembre de 2014

CONFIANZA

Ya la he buscado en los armarios, debajo de los muebles
y en el rincón donde siempre acaba todo lo que se pierde.
Ahora rastreo mis recuerdos y dudo si de verdad fue mia, 
pese a que conservo intacta la sensación de haberla tenido.
Algunos días la elegía yo misma y me adornaba con ella, 
como si fuese una prenda, una joya o el color de un carmín.
Otros se colaba entre mi ropase adhería a mí como un corsé
y me estrechaba en un abrazo que me hacía caminar erguida.
Yo le insuflaba soplos del aire que robaba a mi propia vida, 
para que ella me elevara y me posara despacio en el viento.
A menudo me acompañaba sólo como un murmullo liviano,
con aquellos pasos que no alcanzaban a posarse en el suelo.
Me dejaba sola a ratos pero no tardaba en volver a por mí,
porque podía intuir lo desvalida que me encuentro sin ella.
Entonces me doy cuenta de lo penoso de su labor conmigo,
de cuanto la requería y de que nunca le agradecí su amparo.
Así que pongo aún más ahinco en su busca, ahogo un gimoteo
y le juro en silencio que seré una buena chica si vuelve a mi lado.


domingo, 1 de junio de 2014

INVERTEBRADA

Practico una incisión en la parte más alta de la nuca,
justo a la altura de la línea donde nace el cabello.
Introduzco el pulgar y el índice a modo de pinza y
busco la pequeña fisura entre el atlas y el occipital.
Me abro camino entre músculo rasgado y tendones,
separando con sumo cuidado la vértebra del cráneo.
Ahora voy a necesitar un pequeño gesto bien atinado,
dos o tres respiraciones profundas y un tirón preciso.
Puedo sentir como se van desprendiendo de mi carne
la pila de huesos lastimados que me servían de soporte.
Caigo al suelo desbaratada y atiento un leve culebreo
que se convierte casi al instante en llamativa habilidad.
Me vuelvo hacia mi vieja columna, tendida a mi lado
y balbuceo '¿ves como que sí que podía vivir sin tí?'




viernes, 21 de febrero de 2014

ES INVIERNO

Lo sabe porque lo tiene en los huesos, calado hasta el mismo tuétano,
está en el tinte perlado de las mañanas, en las sábanas destempladas,
es el viento que cae,  la lluvia que se aparta a su paso con cabriolas,
las huellas que se adhieren a la tierra, se empapan y se hacen lodo.
Lo reconoce en las ramas desnudas de los árboles abrazadas al cielo,
en el frío que pasa noches enteras acurrucado a los pies de su cama,
en el aliento pálido de los transeúntes que caminan exhalando el alma,
en los tejidos, las tazas humeantes, el metal helado y el sol perezoso.
Lo ve en la piel quebradiza de sus manos, en las botas desgastadas,
en el cuello clavado hasta el fondo insondable de entre sus clavículas,
en los repentinos accesos de melancolía que le hacen tiritar el espíritu 
en el cristal empañado donde nadie ha pensado en dejarle un mensaje.


viernes, 10 de enero de 2014

2014

Venía tintineando desde muy lejos y era del color del hielo.
Se acercó con el paso renqueante, doblegado por el peso,
depositó su valija ante mí y deshizo el nudo que la sujetaba.
Al abrirla se esparcieron las estrellas que regirían mi suerte
y me invitó a contemplarlas con una afectada reverencia.
Me arrodillé entre su luz y me vi reflejada en todas ellas,
cada una contenía la historia de los días aún por venir.
Allí estaban las horas que yo misma iba a dejar marchitar,
las que habrían de ser de gloria y las que luego olvidaría.
Se emulsionaban en destellos de intensidad cegadora,
tejiendo un tapiz que trazaba el rumbo de mi próximo año.
Alcé la vista clamando al portador de aquel obsequio que
tomara mi mano entre sus dedos transparentes y me guiara.
Pero él se alejaba ya para dejarme a solas con mi destino.