La espalda
partida, desmenuzada en tantos
pedazos como días negros le ha tocado vivir.
Un aliento denso, como
de fango, de llanto mineral.
Una pena honda,
anclada al costado de un cuerpo vencido.
En un lugar remoto, su corazón cuelga del vértice de unos ojos de hombre.
Pero pone el alma al
frente, luchando fiera para no desvanecerse de pura memoria, recuerdo vago,
emoción de antaño.
Para no creerse desde
ahora y para siempre, vieja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario